12 enero 2014

"Cartas a Dios" - Guía Didáctica




Semana Cine Espiritual. Firmes en la fe


El pequeño Óscar es un niño con leucemia, al que en los pocos días de vida que le quedan una voluntaria le invita a que escriba una serie de cartas de Dios. Basada en la obra Óscar y Mamie Rose de Eric–Emmanuel Schmitt el mismo autor la llevará a la pantalla en una película inolvidable.
Todas ellas resaltan la motivación religiosa o cristiana y como los sufrimientos y las pruebas, en medio de las cuales San Pablo animaba a permanecer, se convierten en cada una de estas narraciones cinematográficas
en la ocasión para vivir “firmes en la fe”(Col 2, 7).

UNA PROPUESTA PARA ENCONTRAR SENTIDO A LA ENFERMEDAD Y LA MUERTE
Película entrañable basada en el libro del propio director que cuenta la historia de un niño, Oscar, que se encuentra enfrentado a la muerte por una leucemia. Una vendedora de pizzas, Mamie Rose, se convierte en su acompañante espiritual y le anima a escribir unas cartas a Dios que se irán desgranando en torno a un juego, donde cada día representará diez años de la vida real. Así veremos en doce días a Oscar nacer, ser un adolescente, casarse, vivir las crisis de la responsabilidad y del matrimonio, incluso adoptar y vivir el proceso de envejecimiento. Imprescindible para acompañar los procesos del duelo y acercarse a la muerte desde la confianza y no sólo desde el miedo.
Aplicación Didáctica
1. Destinatarios: recomendada 3º y 4º ESO Bachiller; de interés1º y 2º ESO
2. Implicaciones competenciales
􀂐 COMPETENCIA EN COMUNICACIÓN LINGÜÍSTICAY COMPETENCIA CULTURAL Y
ARTÍSTICA.
— Comprender como tanto la literatura como el cine ayudan a profundizar en los sentimientos, necesidades y retos más radicales de los seres humanos.
􀂐 COMPETENCIA EN EL CONOCIMIENTO E INTERACCIÓN CON EL MUNDO FÍSICO Y
NATURAL.
— Reconocer la vulnerabilidad de la salud así como la importancia del cuidado físico y psicológico.
— Comprender los límites de los conocimientos científicos para luchar contra la enfermedad y la muerte.
􀂐 COMPETENCIA PARA LA AUTONOMÍA E INICIATIVA PERSONAL.
— Afrontar un adecuado conocimiento de sí mismo reconociendo las limitaciones y la posibilidad de la enfermedad así como situando la realidad de la muerte.
— Pensar en las consecuencias de la enfermedad y la muerte de los seres queridos.
— Elegir las opciones de sentido frente a las cuestiones últimas.
3. Dimensión espiritual
a) Dimensión existencial
􀂐 Tomar conciencia de la vulnerabilidad de la condición humana donde debemos tomar conciencia de que existen riesgos de accidente,enfermedad, limitación y muerte.
􀂐 Promover las preguntas sobre el sentido de la vida y de la muerte que implican una búsqueda espiritual.
b) Dimensión trascendente
􀂐 Reconocer cómo el misterio de la finitud nos enfrenta a la infinitud y cómo los límites nos conducen a lo ilimitado.
􀂐 Comprender que en el deseo de supervivencia hay un rastro de trascendencia ya que los seres humanos aspiran a la inmortalidad.
c) Dimensión religiosa
􀂐 Plantarse cómo la cuestión de la muerte lleva a preguntarse por la existencia de Dios.
􀂐 Profundizar en qué medida las religiones ofrecen sentido a la hora de reconciliar la vivencia de la muerte y sostener la esperanza en el más allá.
d) Dimensión cristiana–católica
􀂐 Descubrir el sentido cristiano de la enfermedad y la muerte como lucha a favor de la vida, participación en la pascua de Jesucristo y confianza en la vida eterna como don de Dios
􀂐 Profundizar en la clave cristiana de la resurrección como destino definitivo con los que supone de acercamiento al misterio pascual y a nuestra participación en él.
PROPUESTA DE ACTIVIDADES
Antes de ver la película
— Se podrían leer algunas de las cartas Oscar a Dios según el libro en el que se basa la película (Eric–Emmanuel Smitt, Oscar y Mamie Rose, Ediciones Obelisco,Barcelona 2008 (6ª ed.)
— Sería interesante ver algunas páginas web sobre la enfermedad y el duelo.
Aconsejamos:
􀁹 http://calcetinreves.wordpress.com/
􀁹 http://www.vivirlaperdida.com
􀁹 http://www.gruporesurreccion.com.ar/
Durante la película
— Fíjarse en las escenas de lucha libre en las que Mamie–Rose cuenta su experiencia a Oscar ¿qué sentido crees que tienen en la película?
— Desarrollar el proceso de los personajes principales: Oscar, Mamie Rose, padres de Oscar y doctor Düsseldorf
— ¿Crees que se puede vivir tan intensamente que muchos años sean como un día?

Después de ver le película

— La primera parte da la ficha trabaja en torno a los sentimientos que aparecen en las situaciones de enfermedad, limitación o muerte. El objetivo de estos ejercicios es elaborar la capacidad de expresión de los sentimientos.
— El segundo grupo trata de plantear las preguntas que se plantean sobre las causas del sufrimiento en las situaciones límite y especialmente la pregunta religiosa.
Algunas otras preguntas para reflexionar
1.– ¿Los valores que recibimos de la sociedad nos capacitan suficientemente para afrontar la enfermedad con todo lo que representa de sacrificio y de renuncias?
2.– En el campo de las emociones, ¿pensamos que se puede llegar a estar preparado para asumir la enfermedad de un ser querido y, si se da el caso, su muerte? ¿La fe nos puede ser un buen asidero para vivir y para sobrevivir a los estragos de la enfermedad?
3.– ¿Cómo valoramos las campañas de sensibilización (jornadas específicas destinadas a una enfermedad en concreto, maratones…)?
4.– ¿Nos hemos sentido alguna vez llamados a hacer «un poco más» en favor de los enfermos? ¿Hemos pensado en la posibilidad de ser donantes?
5.– El papel del voluntariado, la colaboración desinteresada en una organización de apoyo al enfermo, la aportación económica destinada a la investigación médica, ¿han sido alguna vez motivo de nuestro interés?
6.– ¿Qué sentimientos experimentamos cuando nos vemos comprometidos a compartir el sufrimiento de un familiar, de unos amigos?
(Adaptado de Problemática Viva nº 41.Delegación de Pastoral Familiar. ArzobispadoBarcelona)
􀂐 El tercer grupo de actividades trata sobre la oración como experiencia de comunicación con Dios.
􀂐 El cuarto aborda el proceso de aprender a despedirse. Aquí es importante detectar si hay personas que hayan tenido este tipo de experiencia y acompañarla educativamente en lo posible.

Precisiones sobre el proceso del duelo
“Algo que toleramos muy mal en nuestra cultura es ver llorar a la gente o a nuestros seres cercanos. Hasta casi hemos llegado a prohibir hacerlo a media población. «Los hombres no lloran», decimos convencidos. Pero no sólo no nos permitimos llorar, sino también el estar serios o tristes. Y lo que está claro es que la reacción o el sentimiento más apropiado para una situación de pérdida importante es la tristeza y su lógica expresión mediante el llanto. Alguien ha dicho con bastante buen criterio que, si la especie humana necesita nueve meses para gestar y alumbrar un hijo, quizá sean precisos otros tantos para hacer una buena despedida interna a un ser querido fallecido, culminando así el proceso de separación. No en vano, la sabiduría popular ha cifrado en torno al primer aniversario de la muerte del ser querido una fecha significativa para conmemorarla religiosa y humanamente y empezar a despojarse del luto. Pero antes, durante ese tiempo, ha debido darse un verdadero proceso interno de cambio y adaptación, que para muchos autores debe empezar a notarse ya a partir de los dos primeros meses de sobrevenir la pérdida.
H.I. Kaplan aporta como características de un duelo normal las siguientes:
— Aturdimiento y perplejidad ante lo ocurrido.
— Dolor y malestar (llanto y suspiros).
— Sensación de debilidad.
— Pérdida de apetito, peso y sueño.
— Dificultad para concentrarse, hablar...
— Culpabilidad del superviviente.
— Aparición de distintas formas de negación,
como si esa persona no hubiera muerto.
— Ilusiones y alucinaciones, en ocasiones.
— Algunos fenómenos de identificación.
J. Bowlby, uno de los mejores estudiosos del tema, señala como fases de todo duelo normal las siguientes:
1. Embotamiento de la sensibilidad
2. Anhelo y búsqueda de la figura perdida
3. Desorganización y desesperanza
4. Reorganización interna.
(Ramón Martín, La capacidad sanante del duelo, en Sal Terrae nº 2,1997, pp. 155–164)
􀂐 En el quinto grupo de actividades abordamos directamente la cuestión de la confianza en Dios, la vida como un don y la resurrección en Cristo como la trasformación hacia la plenitud de la vida en Dios. Creemos que la entrevista a Bernard Sesboüé jesuita y teólogo que fue miembro de la Comisión Teológica Internacional puede ayudar.
Una entrevista a Bernard Sesboüé sobre la resurrección
¿Cómo ha llegado a elaborar el pensamiento bíblico la esperanza de la resurrección?
P. Bernard Sesboüé: En la creencia primitiva, el gran bien del hombre es la vida, y la muerte aparece comola catástrofe. Por tanto, todo ha acabado con ella. Al morir, el hombre va al “sheol” o “infiernos”, equivalente judío del “hades” de los griegos, es decir un lugar de tinieblas, de polvo y de silencio. Una especie de prisión con puertas, donde las sombras llevan a una vida extremadamente paliducha, parecida a un triste sueño. Este “sheol” no es un lugar de castigo, es un lugar de olvido, un lugar dondeel hombre no puede conocer más a Dios. Lo mismo que el cuerpo se degrada, de la misma manera el soplo de vida se extenúa en un sueño privado de toda felicidad. Esta concepción poco a poco evoluciona bajo un triple empuje. El amor, en primer lugar: el pueblo judío quiere vivir sin interrupción y sin fin con Dios. La justicia, a continuación: el “sheol” nivela definitivamente a todos los humanos, sean cuales fueran sus acciones, lo que hace escandalizarse sobre la justicia de Dios y contradice la esperanza de los mártires. Finalmente, la vida: El Dios de la vida es más fuerte que la muerte. Este recorrido representa etapas que nosotros también tenemos que recorrer sea como sea la fuerza de nuestra fe, desde la percepción del escándalo de la muerte y la experiencia sufriente de la separación que parece tan próxima de la caída en la nada, hasta tomar en cuenta nuestra esperanza de una vida más allá de esta vida, esperanza que habita todo hombre en lo más profundo de sí mismo.
¿Qué nuevo umbral atraviesa el Nuevo Testamento?
Jesús anuncia la venida del Reino de Dios. Proclama las Bienaventuranzas, carta magna de ese Reino, y cuenta las parábolas para permitir que cada uno se convierta a la Buena Noticia. Pero no sólo habla. Actúa. El Reino que anuncia, lo inaugura con su presencia y con sus actos. Cura a los enfermos y resucita a los muertos: el hijo de la viuda de Naín, la hija de Jairo, Lázaro. A la pregunta “¿En qué consiste el Reino de Dios?” aporta asimismo una respuesta simple: quienes creen vuelven a la vida. El mismo Jesús ha atravesado la prueba de la muerte. Pero ha cambiado el sentido amando a los suyos hasta el final. Su muerte ha sido una “muerte para nosotros”. Ha dado su vida para darnos la vida. Con su resurrección, llegamos al corazón del mensaje cristiano sobre el hombre y su salvación.
¿Qué significa la resurrección de Cristo?
En primer lugar, una primera constatación: la tumba es encontrada abierta y vacía. El cuerpo de Jesús ha desaparecido. Segunda constatación: al resucitar, Jesús no ha vuelto a su estado de vida anterior. Se deja ver de una manera repentina y gratuita que escapa a las leyes de nuestro espacio y de nuestro tiempo. Pero no es un espíritu, ni un puro fantasma: la resurrección concierne la totalidad de su persona, incluyendo su cuerpo mortal. Estos puntos son de una importancia decisiva para nosotros, pues la resurrección de Jesús es en cierto modo la parábola en acto de lo que debe ser nuestra resurrección.
Como Él resucitó, nosotros resucitaremos. ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo?
San Pablo (1 Corintios 15) hace una comparación: el de la semilla minúscula que muere, se disuelve en el suelo, antes de dar nacimiento al cuerpo todo nuevo de la planta. Para Pablo y sus contemporáneos, completamente ignorantes del proceso biológico que hace pasar de la una a la otra, se trata propiamente de un milagro. Dicho de otra forma, después de una transformación radical, el ser corporal concreto da lugar al cuerpo “espiritual”, glorioso y celeste. Continuando con San Pablo, y teniendo en cuenta todos los datos de la filosofía, de la antropología y de la teología contemporánea, podemos intentar definir el paso al cuerpo resucitado.
Sabemos que el cuerpo no puede ser reducido ni a sus elementos físico–químicos, ni a una realidad orgánica y biológica. Es aquello en lo que y por lo que el hombre recibe y vive una existencia personal, ejerce y manifiesta su libertad en su relación a sí mismo, a los otros, a Dios. Es en y por su cuerpo como el hombre entra en comunicación con los otros y consigo mismo, ama, sufre, trabaja, experimenta alegría y placer. El cuerpo es pues nosotros mismos. El anuncio de la resurrección de la carne que proclamamos en el credo significa que el hombre será salvado en todo lo que él es. Tendrá continuidad, y discontinuidad: continuidad de nuestra identidad, discontinuidad puesto que habrá la ruptura de la muerte. El cuerpo resucitado será liberado de todas las obligaciones y necesidades naturales que lo volvían perecedero.
¿Podemos tener una representación de ese cuerpo resucitado?
Propiamente dicho, no, porque tal cuerpo escapa radicalmente al mundo de nuestras representaciones
terrestres. Podemos servirnos de las apariciones de Jesús resucitado para coger algunas características.
Podemos pensar también en momentos privilegiados de nuestra vida, instantes de gracia donde nuestro cuerpo parece ya casi espiritualizado: es la experiencia mística de los santos, es la experiencia de los momentos más intensos del amor; es la experiencia hecha cuando se forma cuerpo por ejemplo con una sinfonía de Beethoven, o la belleza nos saca de nosotros mismos.
¿Cuándo se produce la resurrección?
La respuesta a esta pregunta cae en una paradoja: debemos decir a la vez que los muertos han resucitado ya y que ellos aún no lo han hecho todavía. En otras parábolas: viven una primera resurrección, que permanece incompleta en tantoque la humanidad entera no haya llegado a la resurrección plena que tendrá lugar durante el retorno de Cristo. La resurrección es una lenta génesis, pero también un proceso dinámico que se desarrolla entre la resurrección de Jesús en la mañana de Pascua y su segunda venida en la gloria al final de los tiempos. De esta paradoja el misterio de Jesús mismo puede darnos una idea. Él también ha conocido el tiempo intermedio de la estancia de su cuerpo en la tumba. Su resurrección no ha sido completa cuando el signo concreto nos ha sido dado: gracias al acontecimiento de Pascua, Jesús toma contacto y recobra la comunión con los suyos. Termina de fundar su Iglesia y hace posibles los sacramentos, que suponen un contacto entre su cuerpo glorificado y nuestros cuerpos todavía mortales.
¿Estamos todos llamados a resucitar?
Basta con que miremos con coraje nuestra vida para descubrir todo lo que escondemos a los otros.
Somos a menudo incapaces de llevar encima el peso de la verdad. Ahora bien, el mundo de Dios es el de la luz y de la transparencia, y no podemos entrar ahí sin hacernos nosotros mismos transparentes y luminosos. La necesidad del purgatorio viene de ahí, y no de una voluntad arbitraria de Dios. Si hay sufrimiento, es la de un amor todavía atado. EL choque del encuentro e Dios es un fuego que devora. ¿No hablamos nosotros mismos del arrepentimiento de nuestras faltas como un ardor? Paradójicamente, este sufrimiento es también una alegría, la alegría de entrar en la luz y en la vida. El purgatorio no es pues un castigo. Al contrario, es la expresión de la gran paciencia de Dios, que mantiene hasta el más allá la posibilidad de nuestra conversión total al amor.
¿Se puede hacer teología del infierno?
En el punto de partida, está la certeza más inquebrantable de nuestra fe: Dios es amor. No podemos pensar la hipótesis del infierno aparte de esta luz. Nada, en los textos del Nuevo Testamento, contradice esta afirmación. Lo esencial del mensaje de Jesús es un aviso, una puesta en guardia. Pero el hombre puede querer no amar. Esta posibilidad es la que enuncia la idea de un infierno. El infierno es una posibilidad real para cada uno de nosotros, si nuestra libertad rechaza a Dios de manera definitiva. Pero eso no nos quita la esperanza de que todos los hombres sean salvados, según el designio universal de Dios.
¿A qué se parece el más allá?
No podemos hablar más que a través de una red de imágenes. La vida eterna es presentada bajo la forma de un banquete de fiesta. Ese banquete es evocado en las parábolas evangélicas como el banquete de las bodas del Hijo con la humanidad. La metáfora de las bodas nos hace volver a las experiencias más intensas de esta vida de amor que será la nuestra. El Apocalipsis presenta también el cielo bajo la figura de una liturgia eternal, vivida alrededor del trono de Dios y del cordero inmolado y glorioso. La Escritura utiliza también las imágenes de la Ciudad Santa, de la Jerusalén celestial. Sin duda, la alegría del cielo será el hecho de un amor perfectamente puro y abierto a los otros en una comunión aún más grande de los hombres con Dios y de los hombres entre sí.
¿Esta representación idílica de la felicidad prometida en el más allá no corre el riesgo de hacernos olvidar que el Reino de los cielos está ya allí desde la venida de Cristo?
No debemos olvidar jamás que el cielo eternizará todos los actos de amor y de servicio que los hombres hayan realizado sobre la tierra. Eso debe ahondar en nosotros la llamada a obrar para la salvación del mundo. La construcción de la ciudad terrena enlaza con la ciudad celestial.
Debemos estar atentos a los signos aunque sean frágiles y tenues que sean la anticipación del cielo sobre la tierra, por todos los sitios donde los hombres se conviertan, renuncien a su pecado, por todos lados donde la justicia, la libertad y el respeto progresen. Esos signos no son más que la cara oculta del Reino de los cielos entre nosotros. «Yo soy la resurrección y la vida»: esta afirmación de Cristo es el signo de esta inmensa promesa.
Muchas personas, incluidos los cristianos, consideran la perspectiva de la reencarnación. ¿En qué es compatible con la fe cristiana?
La reencarnación cuestiona la unidad de la persona humana, en tanto que es un sujeto único e irreemplazable ante Dios. La reencarnación vuelve a caer en un cierto dualismo cuerpo/alma, el primero sin valor, simple hábitat reemplazable, la segunda se encuentra reducida a un principio cambiante de modo de ser en cada existencia y cuyo destino final es perderse en el gran todo. Además, la reencarnación traduce un movimiento que va del hombre hacia Dios. Es una obra del hombre, que busca su impecabilidad más que el encuentro con Dios. El cristianismo, al contrario, nos anuncia un Dios que busca al hombre, que va a su encuentro para atraerlo hacia él. Un Dios que quiere realizar por su misericordia y su amor una comunión con el hombre.

MATERIALES COMPLEMENTARIOS
Pasar del miedo a la confianza Mamie–Rose me abrigó como si fuéramos al polo Norte. Me cogió en sus brazos y me llevó a la capilla que se encuentra al fondo de los jardines del hospital, más allá del césped congelado. Pero bueno, no te voy a andar contando dónde está la capilla, ya que es tu casa.
Me he quedado alucinado cuando he visto tu estatua: bueno, cuando he visto el estado en que te encontrabas, casi desnudo y tran flaco, sobre tu cruz, lleno de heridas por todas partes, con la cabeza llena de sangre por las espinas que tenías clavadas y sin fuerza para mantenerla recta. Eso me ha hecho pensar en mí. Eso me ha indignado.Yo, si hubiera sido Dios como tú, no habría permitido que me tratarán así.— Pero bueno, Mamie–Rose, un poco de seriedad. Tú que has sido luchadora de catch, tu que has sido una gran campeona ¿cómo puedes confiar en un tío así?
— ¿Por qué, Oscar? ¿Tendrías más confianza en Dios si tuviera aspecto de culturista cachas, lleno de músculos, con la piel untada de aceite, la cabeza rapada y un tanga bien ceñido?
— Hombre...
— Piensa un poco. ¿A quién sientes más cercano, a un Dios que no siente nada o a un Dios que sufre?
— A un Dios que sufre, lógicamente. Pero si yo fuera él, si fuera Dios, si, igual que él, tuviera los medios a mi alcance, habría evitado sufrir.
— Nadie puede evitar el sufrimiento, ni Dios ni tú. Ni tus padres ni yo.
— Vale, de acuerdo. Pero ¿porqué sufrir?
— Precisamente por eso. Hay sufrimientos y sufrimientos. Mírale bien la cara. Obsérvala. ¿a ti te parece que tiene cara de estar sufriendo?
— No. Qué curioso. No tiene cara de que le duela nada.
— Pues eso es. Hay que distinguir dos tipos de sufrimiento, osqui, el físico y el moral. El sufrimiento físico que padece. El sufrimiento moral se escoge.
— No te entiendo
— Si te clavan unos clavos en las muñecas oen los pies, no tienes más remedio que sentir dolor. En cambio, la idea de morir no tiene por qué dolerte. No sabes lo que es. Por lo tanto, depende de ti.
— ¿Acaso tu conoces a gente que se alegra de pensar que se va a morir?
— Sí, conozco alguna. Mi madre, por ejemplo. Sobre su lecho de muerte la sonrisa no le abandonaba, estaba impaciente, tenía prisa para descubrir lo que iba a suceder. Ante esta respuesta me quedé sin argumentos y, como me interesaba conocer el final de la historia, dejé que pasara un rato para reflexionar sobre lo que me decía.
— Pero la mayoría de la gente no sinete esa curiodidad. Se aferran a lo que tiene, como un piojo en la oreja de un calvo. Pon por caso a Plum Pudding, por ejemplo, mi rival irlandesa, con ciento cincuenta quilos en ayunas y en slip y justo antes de engullir una cerveza Guinness. Siempre me decía: “Lo siento, tía, yo no me voy a morir. No estoy de acuerdo con eso. No llevo papeletas para palmarla”, pero se equivocaba. ¡Nadie le había dicho que la vida tuviera que ser eterna, nadie! Pero ella se empeñaba en creer que sí, se rebelaba y rechazaba la idea de tener que morir. Enfurecía. Acabó deprimiéndose, adelgazó, dejó su profesión y se quedó en treinta y cinco kilos. Parecía una espina de pescado y se rompió en trocitos. ¿Entiendes? Acabó muriendo como todo el mundo, pero la idea de tener que morir le
amargó la vida.
— Pues eso es que Plum Pudding era tontade remate.
— Tonta toral. Pero es que hay mucho tonto por ahí suelto. Está a la orden del día. Asentí con la cabeza porque también estaba bastante de acuerdo con lo que decía.
— A la gente le da miedo la muerte porque les asusta los desconocido. Pero justamente, ¿qué es lo desconocido? Oscar, te propongo que no tengas miedo sino confianza. Fíjate en la cara de Dios sobre la cruz: está pedeciendo todo ese dolor físico, pero no tiene ningún sufrimiento moral porque tienen confianza. Y entonces los clavos le duelen menos y se repite a sí mismo: “Me duele, pero sufrir no es malo” ¡Pues ése,
Osqui, es el beneficio que aporta la fe! Eso era lo que te quería enseñar.— Vale, Mamie–Rose, cunado me entre el canguelis, me esforzaré pro tener confianza. Me dió un beso. La verdad, Dios, es que al final se estaba bien contigo en esa iglesia desierta, con tu aspecto tan tranquilo.
De vuelta al hospital, dormí mucho rato. Cada vez tengo más sueño, como quien tiene un hambre que te pasas. Cuando me desperté le dije a Mamie–Rose:
— La verdad es que lo desconocido no me da miedo. Lo que me pasa es que me da palo perder lo que ya conozco.
(Eric–Emmanuel Smitt, Oscar y Mamie Rose, Ediciones Obelisco, Barcelona 2008 (6ª ed.), pp. 61–65)